Aunque duela debemos ser sinceros: no siempre tenemos hambre, sino simplemente ganas de comer, y no importa cuánto comamos porque cuando estamos ansiosos nunca quedamos satisfechos. Esto es que esta “hambre” no es más que apetito por el estrés. ¡Pero se puede controlar! Primero que todo debemos recordar que los alimentos son necesarios para mantenernos vivos, que hay alimentos sanos y nos otorgan un sinfín de energía, pero el exceso puede causar enfermedades graves como el sobrepeso, la gastritis, etc.
- En vez de comerte todo el refrigerador, o de comprar la promoción que más dulces trae, o pedirle a tus compañeros de estudio que traigan snacks y bebidas, te recomendamos los siguientes hábitos: Organiza los alimentos y distribúyelos en seis comidas diarias (comúnmente son 3) fijando horarios. Esto no quiere decir que ahora comerás seis grandes comidas al día en vez de tres, no te entusiasmes. Ahora comerás seis medias comidas, las cuales serán equivalente a las tres comidas que consumes cotidianamente.
- Si en la mitad de una tarea te dan ganas de consumir algún alimento, pero no es tu horario, fíjate como meta terminar la tarea en un 100%. No hay problema que te gratifiques luego de la tarea, pero antes centralízate en el estudio
- Baja la cantidad de dulces
- Suple las comidas dulces y/o grasosas por frutas y/o verduras No intentemos mentirnos, no intentemos imponernos regímenes prohibitivos que en realidad no los cumpliremos, lo cual puede causar estrés ante el fracaso. Debemos ser conscientes que los azúcares simples y complejos son encargados básicos de las sensaciones de saciedad: recuerda que suprimirlos puede conllevar al malhumor y a la necesidad de dulces.
La dieta para el hambre por estrés tiene que ser apropiada, es decir, la dieta debe ser tal que sea posible desear en menor medida la comida, la dieta debe dar la posibilidad de controlar el mecanismo que hace que aparezca un hambre inexistente. Esta dieta es necesaria para reconquistar el control sobre el hambre nerviosa
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